¿Por qué hacer música es trabajo?

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Sonidos presenta algunas reflexiones de por qué es difícil ver la divertida labor musical como un trabajo normal, pero también por qué es innegable que los músicos son (o pueden ser) trabajadores de las artes.

En tiempos recientes, una de las principales condiciones adversas a la producción artística en el medio urbano limeño viene cambiando: algunas universidades y centros educativos, ofrecen carreras de producción e interpretación musical.

Uno de los problemas más fuertes en este caso, es que si bien algunas instituciones han transcendido algunos prejuicios para ofrecer estas carreras (buscando responder a la urgente demanda de formación de nivel profesional entre la población) la gran mayoría de personas sigue pensando que dedicarse a cualquier tipo de arte es «ser vago». Pero afortunadamente cada vez más se va difundiendo la noción de que no se trata de ser vago, de «no hacer nada», o de ser artista «de élite», si no de ser trabajadores del arte.

En el caso de la música, en el Perú no existen los formatos de mercado que funcionan en otros países, con disqueras funcionando y medios difundiendo. Así que entender las complejas dinámicas propias de la diversidad musical local no es nada simple y para poder dar cuenta de ello, enfocamos la práctica musical desde distintos ángulos. En ellos se nos hace evidente por qué que hacer música es trabajar.

Los vínculos de la música con otras ciencias son complejos y sorprendentes. El maestro César Bolaños decía «la música es el jardín de las matemáticas» y como dice la tradición oral quechua «las canciones son las flores de los humanos». En ellas se concreta nuestra experiencia vital, se comunica y se resignifica. Actualmente se olvidan los muchos usos sociales de la música, justamente por que es un trabajo artístico que se basa en el movimiento de ondas sonoras, y todas las labores asociadas a producirlas.

La música vendría a ser el uso «ordenado» del sonido por criterios estéticos, que son diferentes para cada persona y contexto cultural. El sonido no existe, es como nuestros cuerpos perciben el movimiento. En esa forma de expansión de las ondas sonoras es que radican buena parte de las virtudes comunicativas de las músicas y de los problemas conceptuales para quienes no se dedican a ellas, o lo hacen superficialmente. Para poder expresarse en música, sonido ordenado (o caótico con ciertos criterios) se tiene que trabajar, ejercer acción humana sobre la materia y establecer ciclos productivos de creación, distribución y consumo.

Dentro de los marcos legales de la UNESCO, en relación a la producción cultural de la humanidad, las músicas conviven entre dos referentes conceptuales fuertes, el de «patrimonio cultural INMATERIAL» y el de «Industrias Culturales». El problema en ambos casos es que se asume que la música, al basarse en el movimiento, es «inmaterial» como si fuera «inmanente», es decir, como si no fuera producción física o incluso peor, como si la capacidad de creación musical fuera un «don divino» que encarna la tradición o la inspiración.

A quienes aún piensan eso les recuerdo lo que decía Gabriel García Márquez sobre la literatura (otro oficio con dignidad negada) «1% inspiración, 99% transpiración».

El otro problema con las concepciones usuales sobre la música es que, con la posibilidad del registro y la reproducción masiva de bienes musicales (audiovisuales, etc) se desarrollan las industrias culturales, las cuales tienden a omitir las diversas funciones sociales de las artes en pos del entretenimiento. Lo que nos recordaban y ponían en debate T. Adorno y otros estudiosos de la escuela de Frankfurt (y luego de Birmingham) es cómo las industrias culturales se pueden volver un medio de manipulación masiva, pues aparecen en la vida de la gente como un «paliativo» de las rutinas laborales. Es decir, trabaja fuerte de lunes a sábado y el domingo consume la mitad de tu sueldo en «divertirte» y olvidar los problemas de la rutina laboral cotidiana.

Entonces, los usos sociales de la música que se han priorizado desde los estados y las empresas a lo largo del siglo XX y de manera aún más fuerte en el presente siglo, son los de «ENTRETENER» Y «GANAR DINERO».

El asunto está en que esas NO son las únicas funciones de las músicas, pero son las que suelen usarse regularmente. Omitimos que la música es un medio de IN-FORMACIÓN, educación y comunicación simultáneamente.

Es decir, si bien toda persona tiene derecho a divertirse y en un mundo tan terrible, la alegría tiene un valor especial, incluso como motor para seguir viviendo, LA CREATIVIDAD toma un nuevo matiz, como instancia para la producción de SENTIDOS, de contenidos líricos y musicales que son testimonio de sus tiempos y sus contextos, de la vida de las personas.

Afortunadamente Adorno se equivocó, no siempre la audiencia es pasiva, algunos pueden volverse creadores o por lo menos intérpretes. Ese es el aporte del punk o de la escena subterránea, todo ser humano tiene derecho a ser un sujeto creativo libre, a realizarse como ser humano, más allá de ser engranaje de una maquinaria que se alimenta de sus propias piezas.

El prejuicio desde el cual los artistas «son vagos» (que se puede volver realidad, pues hasta algunos músicos lo creen) se origina en tres factores fundamentales.

– Se usa a los medios de difusión de productos musicales y audiovisuales como FORMAS DE MANIPULACIÓN DE LA POBLACIÓN (A lo baila Juaneco pero no pienses en Bagua)

– Al ser labores creativas, que requieren trabajo físico e intelectual, SON MUY DIVERTIDAS. Y lamentablemente, parte de la manipulación de la población nos ha hecho creer que los trabajos deben ser estresantes!

– La mayoría de la población (incluyendo muchos músicos) ignoran la existencia y necesidad de las labores técnicas indispensables para concretar la labor musical, así como de los intensos procesos prácticos y teóricos por los que todo músico, sea académico o popular, debe pasar.

«¿Por qué no estudias una carrera de verdad?» (otra prueba de que la ignorancia es atrevida)

La especialización como instrumentista requiere de varios elementos de estudio, pero destacaremos algunos brevemente.

La notación musical: Occidente desarrolló códigos para sistematizar (y a veces estandarizar, pero ese es otro problema) las músicas del mundo. Esto no es menos complejo que cualquier otro lenguaje técnico, como el de médicos e ingenieros. Es un lenguaje muy complejo que requiere de quemarse las pestañas.

La teoría musical: Contrapunto, armonía, uso de escalas para el trabajo de melodías, la búsqueda en la politimia, no son menos complejos que la física pura y en algunas ocasiones que la física cuántica. Es adentrarse en la experimentación de construcciones culturales con orígenes tan antiguos como la misma humanidad.

Los usos de la notación y la teoría musical, pueden incluso compararse a la complejidad de la elaboración de código de programación de computadoras u otros aspectos de la ingeniería.

La interpretación musical: es un proceso de desarrollo técnico en el cual uno tiene que adecuar al cuerpo a hacer lo que ordena la mente a un nivel muy fino. El primer instrumento de un músico es su propio cuerpo y el uso que hace de él. Pulsar un armónico correctamente para un músico es tan (o más) complejo que encontrar una vena para un enfermero. ¿Porqué admirar a un cocinero por su rica sazón y no a un músico por su interpretación… si ambos exaltan los sentidos y nos nutren para seguir viviendo?

Cabe destacar, que si bien estos referentes han sido desarrollados por la música académica occidental, que muchas veces favorece la reproducción mecánica de la partitura, es innegable el valor de la oralidad y las experiencias, que no llegan a ser captadas por la notación musical o mucha de la teoría. El saber humano va más allá, pues es dinámico y se va reconstruyendo en cada persona y contexto. En ese caso ES UN PODER de los músicos de tradición oral APRENDER las herramientas de música académica occidental. Ahí el gran valor de maestros como Felix Casaverde que pudo corregir al director de la OTI y contarle que el landó no está en ¾, si no en 12/8  (o 6/8). La partitura no capta la quimba, el humor, “el sabor”, que superarán siempre al fetiche de la perfección mecánica.

Por otro lado, uno de los vicios de la academia occidental es el infravalorar a otras músicas y a las poblaciones que la producen. El problema está en que se entiende las artes dentro de la cultura como “culto” como privilegio de algunos, no como derecho de todos. Eso hace que lo culto se vuelva lo oculto y privativo.

«Necesitamos un escenario y equipo de sonido mañana en la plaza de armas»

El detalle está en que la música no se produce por generación espontánea, a pesar que la gran mayoría de las personas piensen que a uno se le ocurren canciones como por arte de magia y que si uno convoca (así sea gratis) a un músico este va a llegar con equipo de sonido completo.

Las otras labores indispensables para concretar las experiencias musicales se tratan como invisibles. Las músicas se pueden difundir de tres maneras básicas: presentación directa (concierto) producción fonográfica (disco u otros) y producción audiovisual (videos) Y eso requiere de varios trabajos.

Para realizar un concierto es necesario tal cantidad de labores que resultan inconcebibles para quien no se ha dedicado nunca a ellas. Solamente labores como las de ser sonidista requieren una carrera técnica completa, en las que la física acústica es fundamental. Por otro lado, el caso de especialidades que en nuestro contexto limeño se vienen aprendiendo empíricamente implican labores bastante fuertes, físicas e intelectuales. El ser responsable de escenario “stage manager” es similar a ser el ingeniero civil o mínimo el jefe de una obra en construcción, igualmente responsable de la vida de quien sube a un andamio a doce metros del suelo a colgar un reflector o quien maneja mil watts de corriente eléctrica. Señores  y señoras ¿ustedes realmente creen que montar un escenario o un equipo de sonido es tarea simple? … a ver móntense uno!

(La frase que titula esta sección parte de la exigencia de un funcionario público a los trabajadores, que logramos instalar y desmontar un escenario trabajando de siete de la mañana a diez de la noche. Eso no es sólo trabajo, es explotación)

El otro lado está en el productor, que es el empresario que trabaja el evento. En el contexto peruano, los músicos somos nuestros propios empresarios. En ese caso hay dos extremos, los que saben y los que contratan a los que saben. Tal vez el prestigio del empresario no está en duda, el de los músicos lamentablemente, sí.

Pero es innegable que muchas veces cuando los músicos buscan ser profesionales el contexto no lo es y viceversa.

«Hermano, colabórame, es para que te hagas conocido» (mientras yo cobro)

La labor musical, por los diversos motivos que hemos mencionado brevemente, implica no sólo mucho trabajo, ciencia y arte, si no GRAN CANTIDAD DE TRABAJO NO REMUNERADO.

Los conciertos (a veces) pagan la presentación, pero nadie paga los ensayos. “Para sonar bien hay que ensayar, si no se ensaya no se toca bien y si no se toca bien no se toca” (mi dicho personal) Entonces, cuando uno aprecia a un gran instrumentista, debe asumir que hay muchas horas de trabajo físico e intelectual para llegar a ese punto. Que sea un trabajo que pueda ser divertido, no lo hace menos intenso ni menos trabajo. Al contrario! Pues para lograr ensayar cada músico tiene que batallar con los prejuicios de su familia y sus propias rutinas. Son pocos los que imaginan qué implica la producción de un repertorio. Desde la banda más autogestionaria con estética de lo precario hasta la banda más mercantil con estética simplona para vender, todos ensayan.

La grabación de un disco, puede ser un aspecto extremo de la dedicación al detalle. No es sólo el tocar y que se graben las tomas, los procesos de mezcla y masterización implican el revisar cada onda de cada instrumento en detalle y transformarlos hasta llegar a la sonoridad ideal. La labor de músicos y sonidistas en sesión de mezcla, no es menos compleja que la de un ingeniero químico desarrollando medicinas (solo que los “materiales” son otros) No en horario de fábrica, si no en la obsesión del investigador que no duerme. Yo tuve suerte, pues como mi madre ha producido discos, ella entiende que si uno está haciendo un disco y llega a las 4 de la mañana, es porque el disco va a estar bueno y necesita detalle, no porque uno se amaneció juergueando.

La filmación de un video es tal vez uno de los procesos laborales más intensos, puesto que implican una gran gestión de recursos. ¿Alguien le diría a un director o conductor de televisión que no está trabajando? En el caso de los músicos, grabar un video es aún más agotador que una presentación en vivo o una grabación de disco, puesto que suelen implicar dinámicas de los dos campos. Uno interpreta para la cámara repetidas veces, buscando la mayor intensidad, que comunique visualmente lo que buscamos decir sonoramente. Esto implica la repetición hasta estar exhausto.

La música es una profesión que se disfruta

El problema es que se están generando profesionales para una industria que no existe como tal. Cuando los músicos son profesionales el contexto no necesariamente lo es y cuando el contexto sí lo es, los músicos no necesariamente están listos para afrontar las situaciones profesionalmente.

Uno de los aportes de las escenas musicales alternas a la transformación social real, es que, al igual que los campesinos andinos, hemos aprendido a producir, donde aparentemente no sería posible. El uso estratégico de capital social para el manejo de ciclos paralelos de producción, es lo que nos permite seguir creando

Pero por otro lado, además de ser ese el aporte de “la escena”. Si no se tiene manejo de ciclos productivos paralelos, donde se trabaje no solo la creación de canciones, si no en las vías de difusión y las otras labores, es difícil que se pueda generar un mínimo de autosostenibilidad o rentabilidad.

Quienes logran vivir de las músicas, no lo hacen sólo de tocar música propia. Mínimo son músicos de sesión también, tienen sellos discográficos independientes, aprenden a ser productores, sonidistas, stage managers, etc

También es digno y legítimo que uno decida usar las músicas para expresarse y no buscar profesionalizarse. Pero hay un asunto de dignidad en la labor. Cuando arma una banda para expresarse de los maltratos de la sociedad, no espera recibir más maltratos de los que supuestamente están de acuerdo contigo.

Uno de los problemas más intensos es que no solamente no valoramos las labores de los músicos y las otras profesiones indispensables para la labor musical, si no que muchas veces despreciamos los lenguajes musicales de distintas poblaciones y culturas. Por todo lo que mencionamos, a muchos ingenieros no les cabe en la cabeza que un quenista o un cajonero tenga un título universitario del mismo valor que el suyo, pero tal vez si que lo tenga un pianista o violinista de música académica occidental (que seguimos llamando neciamente “clásica”) Hay lugares donde se enseña «fusión» pero no «músicas peruanas».

Como pueden ver, valorar las músicas es valorar las vidas y en ese proceso de trabajo, aprendizaje y enseñanza, todavía tenemos mucho por aprender. Estos son sólo breves elementos para la reflexión.



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