Una semblanza del maestro Carlos Hayre

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Carlos Hayre por Qalin Riveros (invertida)

Un texto del antropólogo Rodrigo Chocano

Entrevistador: Maestro, ¿es cierto que usted una vez tocó contrabajo con Rita Montaner?

Carlos Hayre: Sí, es cierto, hace muchos años cuando vino a Lima.

E: Se dice que Rita Montaner es la cantante cubana más completa de todas. ¿A usted qué le pareció?

CH: No recuerdo, la verdad no le presté mucha atención.

E: ¿Pero no estaba usted ahí con ella en el escenario?

CH: Sí, pero yo tenía veintiún años. Yo estaba más empeñado en que los muchachos del barrio me vieran ahí tocando el contrabajo.

(Entrevista a Carlos Hayre)

A Carlos Hayre Ramírez le gustaban mucho las aceitunas negras amargas, las cuales maceraba con cuidado en un frasco con aceite de oliva. Disfrutaba también del pisco, sobre todo del que sus amigos le regalaban, generalmente con una dedicatoria y su foto en la etiqueta. Se confesaba formado en la música popular cubana, le gustaba especialmente la obra de Francisco Fellové y su canción favorita era el bolero feeling Convergencias, en versión de Miguelito Cuní. Lector y coleccionista inacabable de discos, libros y hasta recortes de periódico, su admiración por la obra de numerosos músicos populares de Latinoamérica se comparaba solamente a su tremenda capacidad para la composición de obras tan numerosas como bellas. Al enorme conjunto de amigos que hizo durante su juventud bohemia y su vida de músico profesional, se sumó durante sus últimos años una tropa de jóvenes alumnos y amigos que lo seguíamos llenos de admiración y ganas de aprender, porque ya desde hacía años el maestro Carlos era una leyenda de las músicas criollas y afroperuanas. Su repentina partida del jueves 19 de julio pasado, poco después de cumplir 80 años, nos dejó a todos llenos de tristeza; y aunque deja tras de sí un enorme legado en conocimientos, obra y aprendices, deja también un vacío enorme que será difícil de llenar para todos los que tuvimos la suerte de conocerlo.

Carlos Hayre Ramírez era un genio de la guitarra. Para muchos, es el mejor guitarrista que hemos tenido la oportunidad de ver. Nació en Barranco en 1932, de niño se mudó a Surquillo y luego a La Victoria. Aprendió a tocar guitarra con grandes figuras populares como Porfirio Vásquez Aparicio, tuvo formación musical académica y se fogueó desde muy joven acompañando a reconocidos artistas de la época en sus presentaciones en público y radio, así como grabando discos. Desde la época del colegio fue amigo de Manuel Acosta Ojeda – otro monstruo de la música nacional, a quien conoció en un tranvía – y luego se hizo amigo del gran Nicomedes Santa Cruz, con quienes formó un trío inseparable durante años. A medida que maduraba crecía su genio musical, dando lugar a una magnífica carrera que se reflejó en joyas musicales como los discos Perú Moreno (1968), Alicia y Carlos (1972) y La Marinera Limeña es Así (1976). Se hizo especialmente conocido para el muchas veces injusto mainstream peruano a partir de su trabajo con Alicia Maguiña y su posterior matrimonio con ella; sin embargo su trabajo siempre fue muy reconocido por los conocedores del género criollo nacional. Radicó quince años en Estados Unidos, para volver al Perú en el año 2008. Durante estos últimos años, no cesó de enseñar y compartir sus conocimientos musicales, así como de aprender y de disfrutar la vida como bien sabía hacerlo.

Es difícil ser exhaustivo a la hora de resumir una obra tan grande como la de Carlos Hayre, que está además llena de aportes a la música nacional. Tal vez su contribución más reconocida es el uso de armonías contemporáneas en la música popular costeña, lo que generó toda una nueva vertiente de creación e interpretación, abriendo posibilidades en los géneros nacionales para intérpretes y compositores con nuevas inquietudes musicales. Además es considerado uno de los mejores guitarristas de marinera limeña de todos los tiempos, y fue pieza clave (junto con Vicente Vasquez) en el trabajo de recopilación y recuperación de géneros costeños de Nicomedes Santa Cruz. Asimismo, fue un pionero en la incorporación del cajón en el acompañamiento del vals criollo, “no con un golpeador de madera sino con un verdadero cajonista” como él mencionaba, para lo cual formó al gran Eusebio Sirio “Pititi”, cuyo trabajo puede apreciarse en el disco Perú Moreno. Esto sólo para la música costeña. Durante varios años trabajó también con muchos delos más reputados músicos andinos, e incorporó varias piezas andinas en su trabajo con Alicia Maguiña. En cuanto a la música tropical, fue director de diversas orquestas nacionales de gran calidad, así como intérprete en un importante número de orquestas internacionales; él fue además el productor de una de las primeras musicalizaciones de valses criollos en tiempo de guaracha con orquesta, con música y arreglos influidos por orquestas como Casino de la Playa o la Sonora Matancera, pero con un singular aporte creativo de Hayre. Todo esto, entre muchas otras cosas, se puede decir del aporte musical del maestro Carlos.

Una de las características más saltantes de la personalidad de Carlos Hayre era su tremenda modestia. Él conocía su valía como músico, la que además le recordaban frecuentemente todos sus amigos. Desde la década de los 60’ ya era reconocido como uno de los mejores guitarristas del Perú, tocaba en conjuntos y orquestas nacionales e internacionales, hizo primera guitarra en discos de Daniel Santos y Julio Jaramillo, se jaraneó con Guillermo Portabales, fue amigo de Paquito de Rivera, la Sonora Matancera incluyó en su repertorio su canción “Saguate Cumbia” (con letra de Nicomedes Santa Cruz), recibió incontables homenajes de todo nivel, su casa era parada obligada de cuanto músico y/o estudioso local o extranjero estuviese interesado en la música popular peruana e incluso se dio el lujo de inventar su propio instrumento musical, la “bandoleta”. Sin embargo nunca fue un divo inalcanzable, ni siquiera un sabio que sólo supiese repartir enseñanzas. Carlos Hayre siempre fue un adolescente, emocionado y dispuesto a explorar y conocer. Sabía como nadie, pero jamás perdió la capacidad de sorprenderse. Nunca se pavoneó de los reconocimientos que recibió. Cuando fue premiado por el INC a nombre de la nación, dijo en su discurso de agradecimiento que, en medio de tremendos homenajeados, él se sentía un intruso. En un homenaje que recibió en la Casona de San Marcos, una señora (sin reconocerlo) se le acercó para preguntarle en qué aula serían agasajados los maestros Hayre y Acosta Ojeda; él, lejos de ofenderse, le mostró a la dama el camino al auditorio, sin decirle nada, como si fuese un concurrente más. Así fue siempre, según dicen. Nunca buscó el aplauso, que sin embargo siempre llegó solo.

Tal vez es por esta modestia que Carlos Hayre tuvo una escasa exposición mediática, sobre todo durante sus últimos años. El único momento en que la prensa trató de llevar su vida privada al dominio público fue durante su matrimonio con Alicia Maguiña, la que sin embargo siempre logró evitar. Es tal vez por esa escasa exposición en medios que su deceso (a diferencia de otros recientes) ha sido tan poco mentado en la esfera pública hasta ahora, cuando ha sido uno de los que más ha aportado a la música costeña. Hombre de pocas palabras, genial contador de chistes y anécdotas, decía que la música negra no existía porque tampoco había música roja ni azul, y que el latin jazz no era más que la forma de referirse al jazz cubano luego del bloqueo. Siempre tuvo las cosas clarísimas, no hablaba más que lo necesario y nunca dejó de compartir todo lo que sabía y hacía. Y sobre todo siempre fue muy cariñoso y entrañable. Conversar con él era una delicia que duraba horas, y es una de las cosas que quienes tuvimos el gusto de conocerlo más vamos a extrañar.

Sería de lo más injusto decir que, como se dice siempre en estos casos, junto con Carlos Hayre murió la música criolla, o al menos una de sus principales corrientes. No sólo por irrespeto hacia los cultores añejos que aún viven, sino también hacia su propia obra como creador y maestro, en la cual hizo lo posible para que el género mantuviese vigencia. No sólo abrió toda una nueva forma de hacer música criolla, sino que también formó una gran cantidad de alumnos que continúan con su legado. En otras palabras, él es parte de quienes hicieron y hacen que la música criolla siga viva. Lo que sí hay que decir es que el Perú ha perdido a un genio de la música, y que quienes lo conocimos hemos perdido a un gran amigo y maestro. Descanse en paz, maestro Hayre, ahora que nos toca seguir sin usted. Y muchas gracias por todo.

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