Asistimos a la presentación de Kuntur, el disco más vendido del 2011. Fotos por Patricia López Cabrera y texto por Kamilo Riveros Vásquez.

Kuntur, tal como nos contó Lucho en esta entrevista, fue un disco grabado hace 7 años, que sentó las bases para el proyecto Sonidos Vivos, el cual consistía en un colectivo de músicos del mundo que viajaban presentando una síntesis experimental de músicas e instrumentos peruanos y tradicionales ejecutados de manera contemporánea, basadas en el virtuosismo, la melodía y tratar de presentar sugerentemente elementos fundamentales de las músicas andinas, afro costeñas y amazónicas.

La lógica de ese proyecto era mostrar al mundo y a los peruanos que desconocen o desprecian sus propias tradiciones, valores estéticos y técnicos de las músicas e instrumentos peruanos. En ese sentido, Lucho es un precursor de lo mejor del concepto (aún por construir) de “Marca Perú” y es coherente que el Estado lo incorpore a esta campaña. La presentación de Kuntur en el Teatro Peruano Japonés, luego de la gira Europea como parte del proyecto Marca País, generó expectativa y curiosidad.

Para quienes no habíamos visto antes la propuesta escénica desarrollada por Lucho y su hermano Alfredo, nos dio gusto observar el detallado trabajo de luces, escenografía y de asistencia técnica para los músicos. Sólo con ese tipo de orden y preparación se puede lograr presentar un espectáculo de nivel internacional. Pero el detalle está en que cada uno de los músicos que estaba en escena no se merecía nada menos.

Lucho es afortunado y su público aún más. Cada uno de los músicos que lo acompaña es un excelente instrumentista, pero además de eso, son virtuosos con buen gusto, que han bebido de las fuentes de la tradición, y transpirado en el arduo trabajo de los músicos de sesión. Además cada uno de ellos contaba con una gran cantidad de instrumentos que serían ejecutados a lo largo de la noche, incluso cambiando continuamente dentro de un mismo tema.

Pedro Luis Pácora, aportó los elementos del latin jazz y “la fusión” del jazz rock progresivo, ante un teclado motif 7 y un piano de media cola.

Cali Flores, rodeado de instrumentos de percusión, entre los que destacaba un cajón acomodado de tal manera que no era indispensable sentarse para tocarlo, cumplía una función clave determinando los motivos rítmicos de cada tema

Guillermo Vásquez, quien armado de sikus de todos los tamaños, como para completar una tropa, era guardián de la tradición, trenzando melodías con Lucho durante toda la noche.

Karlhos Misajel, nos sorprendió con veloz virtuosismo en saxofón bajo, alto y soprano, flauta traversa, quena y siku

Walter Lozada, con humor y precisión, evocó elementos armónicos y melódicos de las músicas populares y tradicionales. Si bien tocó charango, guitarra acústica y eléctrica, destacó en su ejecución su manera de tocar guitarra criolla.

Omar Rojas, hace lo que un bajista sabe que debe ser: piso, puente y adornos de todo lo que hagan los demás. La calidad de su interpretación merecía una leve subida de volumen en la mezcla general.

Martín Venegas, logró incorporar a la batería, melodías rítmicas tradicionales con una ejecución de rock progresivo, que en sus momentos más intensos coqueteaba con el metal.

Lucho Quequezana, que además de ejecutar en este espectáculo quenacho, quena, charango, guitarra acústica, cajón y diversos tipos de siku, lideraba el espectáculo con unas dosis de carisma, varios chistes y la pedagogía suficiente para contar, casi como quien no quiere la cosa, que las “zampoñas” se llaman “siku”, que hay de todos los tamaños y si bien son conocidas por su uso en el altiplano, se rastrean hasta la cultura Nazca.

Pero tal vez lo más disfutable de este despliegue de elementos musicales, técnicos y escénicos es que durante diversos momentos de la noche se pudo apreciar el elemento fundamental del siku: la ejecución dual. Se construye trenzando melodías entre dos instrumentos. Es un instrumento de viento que se basa en el diálogo. Ese es el aporte de nuestros instrumentos aerófonos a las culturas musicales del mundo.

Esto no fue explicado solemnemente, si no que luego de consultar quienes eran músicos, quienes no lo eran y quienes creían que estaban negados para serlo; subió al escenario a un señor que llegaba tarde junto a su pareja. Él resultó ser español y Lucho logró hacer que toque, compartiendo la zampoña en sus dos partes, arka e ira.

Más adelante, como para mantener la interacción con un público que de por si rozaba con el fanatismo, subió a otro joven a bailar tuntuna, ritmo de alta potencialidad de exportación con lógica turística, tal como fue señalado por Quequezana.

Además se contó con la presencia de Maritza Rodríguez, excelente cantante y de María Fust, primer violín de la sinfónica nacional, de nacionalidad rusa. Como si no fuera suficiente, hicieron su entrada los Magníficos de Lima, toda una banda de metales que subió al escenario como insuperable cierre de la función. Con una dosis de realidad urbana, con sonido de migrantes, como fiesta en el cerro.

El diálogo musical conlleva el diálogo intercultural, implica el diálogo entre poblaciones de costumbres diferentes, de problemas y soluciones compartidas. El objetivo de toda esta propuesta está en eso, en evidenciar el diálogo cordial entre elementos culturales, para poder posibilitar la convivencia cordial entre personas, de tal manera que el Perú deje de ser “un mendigo en un banco de oro” para ponerse a trabajar colectiva y solidariamente con objetivos comunes. La idea es estimular a conocer “lo nuestro”.

Para el gran público este formato es una entrada ideal para convencerlos o por lo menos despertarles curiosidad por las maravillas estéticas del mestizaje cultural del Perú. Pero no hay que olvidar que esta propuesta omite sutilezas interpretativas propias de los lenguajes musicales y contextos en los que se desarrollan nuestros instrumentos tradicionales, para hacerlos de acceso más fácil al público masivo. Lo cual no afecta su intención de diálogo intercultural, pero de ser incorporadas podrían potenciar aún más su calidad musical.

Lucho Quequezana y los excelentes músicos que lo acompañan saben que en contextos andino campesinos del sur del Perú, tocar más lento puede significar algo dulce y alegre; así como también conocen el valor del silencio, del uso de los sonidos de elisión (que no suenan pero se sienten) como elemento clave en la ejecución y composición de las músicas afroperuanas, de donde sale “la kimba”. En este caso, en la búsqueda de la espectacularidad, se puede llegar a sonar lineal. Ya que el prestigio ante el público está asegurado, si esta agrupación decide arriesgar aún más, está en posibilidad de hacerlo con éxito. Se lo han ganado.

Una de las más sanas consecuencias que podría traer el asistir a este espectáculo, es el que sea motivo para iniciar una búsqueda entre los géneros populares y tradicionales de las diversas culturas del Perú. Tal como invocó Quequezana, “tomen una zampoña y háganla sonar”.

«La fuerza del Perú está en la diversidad». Las raíces, valores y detalles de esa diversidad, están en la historia y en como la construimos día a día. El mensaje es tirar todos juntos para el mismo lado.

Muchas gracias a 3 Puntos por las facilidades para esta cobertura.

Felicitaciones a Lucho y Alfredo Quequezana, los músicos y el impecable equipo técnico, que realizó este espectáculo. Esperamos pronto poder verlo en un espacio público para varios miles de personas como corresponde, continuando con el proyecto Sonidos Vivos. Este espectáculo es un estímulo al disfrute cultural que todos merecen tener la oportunidad de disfrutar.

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Kuntur en vivo desde el Teatro Peruano Japonés

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