El éxito de la primera edición de Lima Vive Rock, sorprendió gratamente a todos los involucrados.

La realización de un festival gratuito en espacio público, al igual que otras ciudades latinoamericanas, era una necesidad postergada para la capital del Perú.

A lo largo de los últimos 30 años, los circuitos musicales independientes, han articulado recursos y empleado todo tipo de espacios para realizar desde intervenciones musicales de pequeña escala, hasta festivales de algunos miles de personas.

En algunas históricas ocasiones, bandas de estos circuitos, que no son transmitidos regularmente en las radios locales, han participado de festivales de masividad sorprendente. Los festivales Rock en el Río Rímac en 1986, así como el Niño Malo en 1998, entre otros, demostraron la capacidad de convocatoria de las bandas entonces llamadas subterráneas.

Durante la primera década de este siglo, se da la proliferación de festivales de fines de semana de diversas escalas, con el apoyo de algunas empresas auspiciadoras, así como intermitentes experiencias televisivas y radiales, dentro de los cuales destacan los Rock en el Parque de Unión Discos y los Desgraciadazos de Radio Insomnio. En ese proceso, somos testigos del proceso de masificación de la escena subterránea, hasta llegar a la diversidad actual de circuitos musicales independientes. Al mismo tiempo se da una polarización basada en el acceso los recursos para realizar un evento de varios miles de personas. Se da una «sequía» mientras se mantiene la pregunta ¿Quien puede realizar un festival y quien no?

La ausencia generalizada  de bandas contemporáneas peruanas en las radios locales, invisibiliza la producción cultural local, la cual sólo puede encontrarse en las calles y en internet. La proliferación de festivales internacionales, con precios relativamente altos, contrario a lo que muchos esperábamos, no necesariamente dio un impulso a los circuitos locales de los géneros cuyos artistas internacionales nos visitaban. Esto sí se dio en el caso de la organización de festivales de bandas de circuitos independientes globales, como las bandas de hardcore, metal, ska, punk y reggae. Sin embargo, la penosa conducta del público «normal» en festivales internacionales, hacía decir a muchos que el Perú no cuenta con «cultura rockera» o «cultura de conciertos». A pesar de ello, las bandas locales continúan su trabajo de hormiga.

El festival Lima Vive Rock, sintetiza estos procesos en un momento único, reuniendo a lo largo de una intensa jornada a 20 476 personas, en un espectáculo de integral calidad, seguridad y comodidad, al nivel de cualquier festival internacional. Un evento que puede ser considerado no menos que histórico.

Las críticas previas, como la posible violencia de un público supuestamente conflictivo, la cuestionable selección de bandas, o la supuesta ausencia de «cultura de conciertos» fueron silenciadas por los hechos. El ambiente a lo largo del festival fue cordial y festivo, en el diálogo entre público y bandas que entregaban lo mejor de sí, en un marco inusual.

El escenario, sonido y luces, de este festival se vuelve referente y nuevo punto de partida para la producción local. No sólo por la calidad física del equipo, si no por la organización que permitió cumplir e incluso adelantar los horarios.

Los gestores fueron los productores municipales Alejandro Juárez Arrescurrenaga y Carlos Gonzáles Patrón, junto al stage manager Andrés Bacigalupo, el personal de Promoción Cultural : Ricardo Gutierrez, Rafael Saragoza  y Luis Roque Ortiz, y el apoyo de Yayo Wilson. Todos ellos, gracias a años de experiencia cumpliendo las tareas más duras y rudas de organizar un concierto, brindaron un marco logístico impecable.

Muchas personas creen que un concierto se hace por generación espontánea, no conciben el árduo trabajo de instalar y desmontar un escenario o equipo de sonido, menos aún el cómo manejarlo. En esta oportunidad, se habían hecho todos los esfuerzos a nivel técnico, no sólo para dar lo mejor, si no levantar el nivel.

Efectivamente, tal como había sido anunciado, ahí estaba el doble de amplificadores de lo normal, las dos baterías listas para ser instaladas. Se realizaron pruebas de sonido para casi todas las bandas, desde el día anterior hasta la mañana del festival y ni la lluvia acumulada que llegó a caer como cascada sobre los cables de la consola de monitoreo, podrían evitar que los productores cumplieran con lo ofrecido: para los nuestros, lo mejor.

Desde el inicio del festival el Parque de la Exposición recibió a familias completas, niños, abuelos, padres, jóvenes y mascotas. La sorpresa de la ausencia de alcohol, antes que generar una incomodidad, permitió que la jornada transcurriera en calma. Si bien varios lograron sazonarse a escondidas, no se tendrían botellas rotas o borrachos belicosos. Gracias a esto se demostró que se puede tener un festival de decenas de miles de personas, con ningún incidente negativo.

Contando con estas condiciones, cada músico se encontraba en la posición (y un poco en la obligación) de dar una muestra de lo mejor que puedan ofrecer. Y así lo hicieron.

Con la frase «buenas tardes, somos Cocaína» se dio inicio a Lima Vive Rock.

Igancio Briceño - Cocaína

Desde «Flor Transgénica» a «Cocaína» la banda recordó a los asistentes que el rock tiene algo que decir. En estos tiempos, no es una cuestión de «rebeldes sin causa», porque causas no faltan.

El público reaccionó positivamente a una propuesta musical que no es fácil o amigable, donde la voz se preocupa más el sentido de la letra que en la entonación que le da, donde una trepidante base rítmica, brinda el motor de un mensaje compuesto por capas de distorsiones y teclado.

La catarsis sonora de la banda, acostumbrada a darse en bares antes que en escenarios de esta envergadura, fue tomando cuerpo a lo largo de la presentación, para terminar con el vocalista-guitarrista Ignacio Briceño, arrodillado en el piso, emanando un violento feedback desde su guitarra.

La banda se vio algo perjudicada por el hecho de que la gente fue ingresando a lo largo de su presentación, hubiera sido ideal que el público pudiera entrar un poco antes.

Luego de la presentación de Cocaína, iniciaron los videos testimoniales de las bandas participantes (El encargado de los videos fue el único que falló a lo largo de la tarde, con problemas de cronograma, sincronía y audio) en las cuales contaban el porqué tener una banda de rock.

Los integrantes de Kinder, comentaron que hacen música porque es una necesidad.

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Como consecuencia a su necesidad, esta agrupación instrumental ha desarrollado una amigable maquinaria de sonidos, que cuenta con una familia de guitarras eléctricas, stratocaster, telecaster y SG, las cuales se turnan melodía y rasgeos, con timbres muy nítidos y definidos. Esas líneas melódicas son ocasionalmente interrumpidas por arranques de ataques distorsionados que regresan a la calma. Con esas tres guitarras al frente, apoyados en una sólida base rítmica de bajo y batería, han construido una sonoridad etérea propia.

A pesar de ser considerados como rock experimental, Kinder presentó una de las propuestas más amables para el público familiar. El balance sonoro logrado hacia afuera, permitía que cada línea melódica fuera apreciada en su cabalidad, cual explosiones en el cielo que caían sobre la audiencia.

Sin embargo, personalmente considero que tanto Cocaína como Kinder tienen un nivel más alto del que demostraron en esa jornada. Tal vez se deba al hecho de que muchos músicos no están acostumbrados a tocar en esas condiciones. Más no por ello el público estuvo menos satisfecho.

A continuación se dio el turno de Catervas, quienes, si bien no se encuentran en actividad tan constante como las bandas que le antecedieron, tuvieron la oportunidad de ofrecer su repertorio en esta ocasión. El video testimonial realizaba la introducción a la banda

“Hace falta vehículos de conducción entre las bandas y los oyentes. La gente necesita un canal para escuchar música, ¿sino cómo hace?”.

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La banda de los hermanos Reyes, rompió el silencio a punta de teclado, con notas largas y atmosféricas, como quien preparaba al público al cambio de estilo, dejando entrar al resto de la banda (batería, bajo, guitarrista/cantante) para dar lugar a un rock popero, entusiasta, ligero, digerible. Un pop rock en el que los instrumentos trabajan en función de las melodías de la voz, que es ese centro por donde orbitan los instrumentos.

Se veía a los cuatro integrantes ensimismados en su propia experiencia. El vocalista invitaba al público a participar, “¡quién no ha viajado en el gran micro, el Covida!”, para dar pie a la canción que toma el nombre de ese motorizado emblema de la cultura limeña. En simultáneo corría el videoclip que mostraba a viajeros dentro del Covida, en una pequeña manifestación de añoranza por el camino y el movimiento contextualizada en el transporte público de nuestra ciudad. Antes de eso veíamos un videoclip con robots, con el guitarrista parado encima de un planeta rodeado de estrellas, por ahí aviones, naves espaciales y la simpática protagonista vestida como en el cincuenta con colores enteros.  Siguieron así, con esta estética ligera y sentimental (tanto visual como musical) hasta la última de sus melodías.

A estas alturas del concierto, el caprichoso sol de Lima, quemaba las nucas del público en un calurosa tarde. Se asomaron al escenario los integrantes de El Hombre Misterioso mientras compartían un poco de su personal ideología desde las pantallas laterales:

 “el rock es un género que puede implicar todos los géneros… El rock es más una actitud”.

Pese a algunos problemas técnicos de sonido, para la mitad de la primera canción (“La Luna, Houston, Texas”) la banda ya estaba dando al máximo con su nueva propuesta. Presentaron una nueva formación, incorporando un teclado que les hecha una cama ácida donde los demás puedan reposar y que toma las funciones de instrumento solista. La otra novedad era el nuevo guitarrista, quien aporta con un sonido diferente al del guitarrista fundador,  un poco más opaco, más jazzero, de una elegancia no tan explosiva, un sonido que recuerda más a la madera que al metal de la guitarra.

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Un poco más atrás, el dúo de percusiones. La excentricidad de un percusionista que hace rock con a golpecillos frenéticos y ataques estruendosos de timbal y china, y el baterista (“el único pulpo que tiene groove”) que canta-medio-que-recita-en-spanglish sus letras de introspección, como radiografías del universo interior pero también radiografías sociales, de psicodelia absurda, tierna, nostálgica y divertida.

No más escuchar la inmensa intensidad social, política y emocional de la canción con que cerraron, “Ochenta Veces Ochenta”, una máquina del tiempo hacia la década álgida del conflicto interno, hacia “los rezos vacíos que nunca se irán del Perú…”, en esos últimos 5 minutos de concierto que no paraban de sacudirte el pecho y las entrañas, de samaquearte en los adentros. A menos, claro, que hayas sido un extranjero de visita en este país.

A continuación siguió Autobus.

Luego de participar de la encarnizada batalla entre bandas para abrir un festival internacional en el mismo local (que fue finalmente cancelado) el tocar en Lima Vive Rock, era la posibilidad de vivir lo que no pasaría de otra manera.

La banda demostró que este es el tipo de espacios para los cuales ensaya. Con un impecable sonido hacia el público y una comodidad en escena que pocas bandas demostraron ese día, desplegaron su repertorio logrando resultados óptimos, excepto por mínimos desperfectos técnicos.

Si bien las canciones de Autobus, pueden parecer mucho más suaves que los de la mayoría de bandas del cartel, la recepción del público fue cálida. Varios asistentes (para sorpresa de los fanáticos de la banda ahí presentes) los descubrían primera vez.

La participación de Theremyn_4 dentro del cartel, representó una alternativa musical dentro de los circuitos musicales independientes locales.  Tal vez la propuesta de sonido más vanguardista y actual de todo el festival.

Se presentaron en el formato de DJ, cantante y guitarrista. Una banda de tres integrantes, pero suena a que son más. A la izquierda, la Mac para las secuencias de batería y la inserción de filtros al teclado MIDI . El vocalista al medio de la formación soltaba sus líricas volátiles, de notas largas, de coros pegajosos, con uso de reverb y a veces de un delay, con una danza constante que fue contagiando poco a poco al público  Finalmente,  un guitarrista rítmico con harta distorsión, quien supo mantener un perfil bajo sabiendo cuando callar,  cuando meter arpegios con un sonido limpio y cómo entrelazarse con el teclado y los procesos digitales.

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Mientras Thremyn_4 desplegaba sus ritmos de ficción, tanto las pantallas intercalaban imágenes del escenario con visuales de comics de estética violenta y túneles, olas, vórtex, tornados, mandalas y humo eléctrico a todo color. Notable fusión de rock electrónico con dance, new wave y hasta tecno noventero, siempre invitando a la descarga festiva .

Uno de los detalles más significativos del evento era el que la Municipalidad Metropolitana de Lima brindara espacio a una de las primeras bandas de la escena subterránea, precursora del post punk en el Perú y una de las primeras bandas en tocar fuera de Lima: Voz Propia.

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“Cada vez la escena local toma más cuerpo… hay un afán por hacer las cosas mejor, con un mejor sonido y presentación por parte de las bandas, con una mejor actitud.”

Contando con varios de sus integrantes originales, realizaron una de las más sentidas presentaciones de todo el festival, de las más celebradas por el público conocedor y probablemente una de las mejores presentaciones de su historia, o al menos de las que les hemos podido ver.

Se hizo evidente que buena parte del público había asistido por ellos, al levantar el primer pogo de la jornada. El diálogo entre banda y público se dio durante toda su presentación y a partir de ese momento, nunca más se detendría.

La presentación de Emergency Blanket fue, sin duda, uno de los puntos más altos del festival. Luego de ser una de las bandas peruanas actuales que más fechas ha realizado en el extranjero, era evidente (y audible) que estaban preparados para este tipo de contexto en casa. Presentaron una banda integralmente afiatada, a pesar de contar con un nuevo integrante y sólo dos guitarras (ya no tres)

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 “La escena siempre está con novedades a pesar de que a veces no es negocio; la gente se sigue arriesgando por su música… me gustaría que mejore el interés de la gente por su rock.”

Con un dominio escénico envidiable, no dejaron indiferente a nadie. Más allá de gustos musicales específicos, en donde se puede cuestionar que la banda transite por lugares seguros o referentes evidentes dentro del rock de alternativo de los noventas, es innegable que cada uno de los integrantes usa su instrumento como si fuera parte de su propio cuerpo.

La felicidad de los músicos fue transmitida al público en todo momento. La energía de los Blanket desbordó el escenario. La imagen de su cantante Paco Holguín, deslizándose sobre el público, quedará en el grato recuerdo de quienes lo presenciamos. ¿Qué importa tocar temprano en un festival así, si tocas como si lo estuvieras cerrando?

De cierta manera esta presentación marcó el cierre una primera etapa dentro del horario, pues hasta ese momento, en su mayoría las bandas que se estaban presentando eran aquellas que merecían este tipo de vitrina desde hace muchos años. Era pagar una deuda pendiente.

A continuación vendrían los artistas que han tenido bastante trajín en estas condiciones. Al no ser raro para ellos el tocar en un festival, la ocasión le  permitió a cada banda realizar presentaciones particulares.

Aeropajitas, arrancó con el remix de la tristemente célebre frase «me llega al pincho tu filtro», para brindar una presentación irreverente y sólida de punk rock y rock and roll, liderada por su cantante, Macha, maquillado como el Jocker de Batman y ataviado con un chaleco de la banda inglesa GBH.

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“(Hacemos música) para cambiar el mundo… con mensaje positivo, de amor, de unión, de respeto.”

“El motor sigue siendo el mismo: tocas porque te gusta.”

La banda en general, es una de las más sólidas dentro de su género a nivel local y sus integrantes son un verdadero dream team o equipo de ensueño, teniendo a los guitarristas de Los Protones, Asmereir, el baterista de Mortero y en esta oportunidad  el bajista de Adictos al Bidet.

Con un repertorio de pequeños y grandes himnos, se desató un pogo que no se había visto en varios años, un pogo celebrando, una fiesta entre el golpe catártico y la mano del amigo desconocido que te ayuda a levantarte.

Una presentación rápida e intensa, que dejó a la gente pidiendo más.

Sería la primera vez a lo largo de la noche que el pogo estuvo a punto de rebasar los límites de la seguridad, moviendo las barreras de escenario y consola. Afortunadamente sin ningún resultado negativo.

Entre el pogo podían encontrarse varias generaciones de público, repartiendo y compartiendo por igual.

Luego de Aeropajitas, a pesar de haber sido anunciados al revés, subió al escenario 6 Voltios.

En este caso se daba algo diferente, pues se trata de una banda que usualmente toca en festivales masivos y fueron una de las bandas que motivó la convocatoria al evento.

Contando con uno de los bateristas más certeros y respetados de los circuitos locales, la presentación de 6 Voltios sonó en ese nivel. Además, el bajista original, se ha reintegrado hace poco a la banda, con lo que se transmite la hermandad entre tres músicos que llevan tocando juntos la mayor parte de su vida.

Si bien ya no son una banda joven, tienen un público juvenil que se entrega plenamente a la temática y sonido de la banda.

La sensación general durante su participación fue de agradecimiento por el hecho de que se esté realizando este festival, a pesar de criticar la falta de venta de alcohol.

A continuación siguió el punto más alto e intenso de todo el festival.

La presentación de M.A.S.A.C.R.E. fue demoledora. Cada una de las piezas instrumentales calzó para superar las expectativas de todos. Un vocalista de potencia inusual, un baterista virtuoso, uno de los mejores bajistas del país y tres de los más destacados guitarristas, incluyendo a Coqui Tramontana, Carlos Parra y uno de sus fundadores, MartínTuesta, quienes evidentemente emocionados por las condiciones del festival realizaron una presentación tan intensa, que hasta los adultos mayores presentes en el parque se vieron alegremente estremecidos por la potencia de una de las bandas emblema del metal en el Perú.

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Cabe destacar que el uso del equipo de sonido, la iluminación y las pantallas led a los lados del escenario, llevó el festival al máximo. Se generó una atmósfera especial, en la que rondaba un aire de dignidad. Lo dijo Tramontana ¿Qué importa que nunca hayamos sonado en la radio?

Dejó la impresión de que esta banda, tanto por su propuesta musical como por su desempeño escénico, pudo cerrar el festival, puesto que luego de una valla tan alta, era muy difícil superar esa intensidad.

A continuación siguió Rafo Ráez, junto a Los Paranoias, banda que en esta oportunidad incorporó dos trombones y dos coreutas, estas últimas integrantes de las Amigas de Nadie.

Esta presentación traía nuevamente una fuerte carga simbólica, en tanto Rafo es uno de los cantautores más constantes de los circuitos locales. Su repertorio logró sintetizar su amplia discografía y presentar los temas elegidos con arreglos a los cuales su público no ha estado acostumbrado, mostrando una posibilidad sonora que resultó sugerente y hasta refrescante dentro del festival. Hubiera sido preferible que esos elementos destacaran un poco más en la mezcla de sonido hacia el público.

En los breves intermedios entre bandas, los asistentes aprovechaban para circular por el parque, encontrando la excelente muestra fotográfica de Raúl «El Avión» García, la zona de comidas y la feria de sellos independientes.

La muestra de El Avión, era un poco breve para la diversidad de su trabajo, pero mostraba imágenes claves. Se tenían tanto tomas de personajes específicos (como Freddy Vaselina, Samuel IAN, Macha) como fotos históricas (Los Mortero de niños, el pogo del Huaralino en Los Olivos) así como fotos sociales, de gente, de situaciones reales. Como un beso en medio del pogo o un policía y un asistente a un concierto, ambos señalando en posición contraria. Por otro lado, que la foto de PTK tuviera a dos serenazgos flanqueándola (como si fuera una foto peligrosa) daba para sacar otra foto.

La Feria de Sellos Independientes, fue todo un éxito en si misma. En esta oportunidad los feriantes se prepararon para un público diverso (el transeúnte del parque) y específico (el público de las bandas del cartel) por lo cual todos los puestos estaban aprovisionados con material especial para la ocasión, desde vinilos de lujo hasta ediciones locales del costo más bajo y la calidad más alta posible. Se comentó posteriormente que la mayoría tuvo excelentes ventas y que incluso se agotaron los discos de las bandas que se presentaron.

Uno de esos casos fue el de Los Protones, quienes fueron la única banda con menos de diez años de formada en estar en el horario estelar. Su  participación en el festival, afirma la importancia de la música instrumental dentro de la práctica del rock en el Perú y demostró que la experiencia acumulada en el tiempo de existencia de la banda, no es en vano.

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La presentación de Los Protones se realizó brindando todos los elementos escénicos y musicales con los que cuenta la banda. Tanto el saxofón y el violín, como las bailarinas, cada una en su momento, fueron parte integral de su propuesta. Aprovechando las condiciones técnicas para que se puedan apreciar los matices instrumentales y el tener amplio espacio para la participación de las bailarinas, tuvieron una presentación bastante sólida, recibida con entusiasmo por parte del público.

El detalle en este caso está en que es evidente que los dos frontmen, a la guitarra y percusión respectivamente, todavía podrían desarrollar maneras de comunicarse fluidamente con el público.

Su versión de El Condor Pasa, fue un momento particularmente emotivo de la noche.

Luego siguió una de las bandas más esperadas.

Leusemia, contando con dos de sus integrantes originales, Raúl Montañéz y Daniel F, junto al baterista Daniel López  y  el guitarrista Johan Atencia, realizó una contundente presentación a partir de una estrategia inteligente: arremeter ante el público con una sucesión de varios de sus temas más rápidos, antiguos y significativos.

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El único momento para descansar fue el tema del cantautor «No recomendable», titulado Toribio, que habla acerca de tauromaquia y señala el compromiso actual de la banda con la causa de defensa de derechos de los animales.  Hicieron un llamado al público a ejercer presión sobre el Congreso por internet, para aprobar el proyecto de ley para prohibir las corridas de toros en el Perú.

La emblemática banda subió al escenario para dejar lo más claro posible quienes son ellos. Si bien su segundo disco, editado en diciembre de 1994, se subtituló «asesinando al mito», esta presentación logra afirmarlos en su legítimo papel como una de las columnas fundamentales del rock peruano, al servir de inspiración para que cada persona busque hacer que «oigan su voz» su propia voz.

Cerraron su presentación con la intervención del baterista original Kimba Vilis, cantando su versión  del emblemático tema de Los Saicos, «Demolición».

El «rock» en el Perú, es una categoría baúl, que nos permite meter muchos géneros musicales en él. Las músicas jamaiquinas no son rock and roll, pero se integran a los insumos culturales con los que los peruanos construimos nuestras músicas urbanas contemporáneas, nuestro rock.

La Mente, dio su propio testimonio de cómo ve el mundo, en una participación sólida y certera, diferente a todas las demás.

Para empezar, en lugar de usar el video testimonial elaborado por la MML, iniciaron con su propio video, con el humor que los caracteriza. En esta oportunidad, se trataba de una parodia del programa Yo Soy, que acababa con Melochita diciendo ¿Qué no ves que lo mejor es ser uno mismo… IMBÉCIL?

 

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“(tocamos para) encontrar un camino real hacia algo que te haga feliz.”

En este caso, la manera en la que La Mente buscan ser ellos mismos, es empleando recursos musicales del ska, reggae y dub, que no te golpean de la misma manera que el rock (hasta que dialogan con el punk) No es lo mismo una distorsión y golpes a tierra (en el primer tiempo del compás de 4/4) que el núcleo sabroso del contratiempo de guitarra y el groove del bajo, la cadencia rítmica de los subgraves que impactan y se enlazan con el latido de tu corazón. De la misma manera, el hip hop, permite el uso de la palabra más allá de la rima segura y usa otros elementos de origen afro, como el diálogo complementario entre dos voces.

Usando estos recursos diferentes, La Mente, desplegó una selección de su repertorio con sus letras más críticas para con al país, los peruanos y sus escenas musicales.

Entregándose en una presentación intensa, demostrando la pericia escénica e instrumental de cada uno de sus integrantes, esta vez llegaron a hacernos recordar, en sus momentos más fuertes, a su banda hermana SUDA.

Finalmente ingresó a escenario La Sarita.

La banda, ha pasado por un proceso de aprendizaje interno en los años que llevan cultivando su fusión de rock, cumbias y músicas tradicionales peruanas. El hecho de cerrar este festival, es una afirmación de la integración y diálogo entre diversas vertientes musicales, generadas en contextos culturales concretos por personas específicas.

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“Seremos siempre un país de desigualdades… para acabar con eso, lo primero es eliminar el prejuicio cultural, que es la base de la injusticia.”

La Sarita tiene un valor, incluso más allá de su música en si, por lo que evoca.  Simboliza la peruanidad migrante, el poner en valor la identidad de los provincianos, parte integral de la construcción de Lima.

La participación de La Sarita contó con la presencia de los señores arpista, violinista, danzantes de tijeras y quenista shipibo, quienes representan respectivamente a las poblaciones andinas y amazónicas. La incorporación de estos músicos y danzantes como parte de la banda, se ha vuelto un elemento integral de sus presentaciones. Lógicamente, al presentar a miembros de nuestros pueblos originarios, a la propuesta escénica la avala el peso de la historia.

El detalle en este caso está en que justamente por eso es un completo absurdo que el vocalista de la banda, Julio Pérez, esté optando por realizar un simil fálico con el borde del arpa y simule una sodomización con él. Dicho más claramente, en buen peruano, este cantante se pasa el arpa por el poto. Lo siento, tal vez para él y para algunos, les gusta y es una prueba de amor. La alusión sexual es un recurso propio de diversas músicas, incluyendo el rock and roll, el dancehall y el reggaetón. Pero para mi, en este caso, me parece incoherente con la propuesta integral de La Sarita.

Si omitimos este detalle, podemos decir con certeza que la banda mantiene y potencia su trabajo musical a cada presentación.

En esta oportunidad, a medida que nos retirábamos, podíamos observar las rondas que habían reemplazado a los pogos alrededor del parque. Como si fuera fin de fiesta o carnaval en cualquier pueblo de nuestro país.

Todo concierto es un ritual. Los rituales tienen la característica de transformar a quienes pasan por ellos. Luego de pasar por un ritual, la realidad no es exactamente la misma. Que nuestra ciudad tenga un festival como este, puede transformarla en distintos sentidos.

Luego del festival, los bares del centro de Lima fueron llenados por una multitud ansiosa y positiva, celebrando un logro compartido, un festival diferente. Nuestro primer festival público masivo, bien hecho.

El rebote de Lima Vive Rock en beneficio de los negocios de los alrededores, sustenta una dinámica económica que no es desconocida para las ciudades habituadas a realizar este tipo de eventos. Hacer este tipo de festivales es incentivar las cadenas productivas circundantes, el ofrecimiento de servicios y la articulación de la ciudad. Los ciudadanos se benefician.

Si bien se podría cuestionar el que los circuitos musicales independientes avalen o sean avalados por una gestión municipal, hay dos elementos que pueden ser efectivamente transformadores de la sociedad limeña en su conjunto.

Primero que es un festival que busca responder a las necesidades del sector, no a una agenda proselitista-política-partidaria (aunque a algunos les gustaría)

Segundo que fomenta que los ciudadanos hagan uso del espacio público, con la producción cultural que efectivamente ellos cultivan.

En este caso, no es que las bandas avalen la oficialidad, es que finalmente, después de décadas, la voluntad política y los presupuestos, se han encontrado con el criterio de ofrecer a la población algo que necesita.

Respecto a los antecedentes críticos de la escena subterránea, la batalla sigue siendo la misma, estas bandas difunden sus propias narrativas de la cotidianidad y de la historia, siendo sistemáticamente excluidas de los medios masivos de comunicación oficial; pero se suma un frente: durante años se ha producido música, a partir de la organización colectiva ante toda adversidad. Estamos en la era de la profesionalización de la autogestión. La posibilidad de que los circuitos musicales independientes constituyan una nueva industria musical en el Perú, depende de todos los actores involucrados.

Se ha hecho el esfuerzo y de cierta manera, como un primer paso, se ha demostrado que las posibilidades no son imposibles.

Compartimos el cuestionamiento de Gonzalo Alcalde (quien participó tocando con Aeropajitas y Los Protones) Lima vivió Rock ¿y ahora?, artículo que es un jalón de orejas ante la indiferencia de los demás municipios, las empresas privadas y las radios en general.

Felicitaciones a los gestores, productores y técnicos de la Subgerencia de Cultura de la Municipalidad Metropolitana de Lima por el esfuerzo y los logros. Pero sobre todo felicitaciones al público y a las bandas, quienes lograron sacar el máximo provecho de lo que les ofreció la ciudad.

Lima Vive Rock fue un éxito rotundo en las prácticas culturales. Más allá de qué gestión lo realice, es una iniciativa que debe continuar y crecer.

Los circuitos musicales que se vinculan desde el «rock», constituyen en si mismos, medios de producción de sentido y estimulan cadenas productivas. Son fuerzas simbólicas y prácticas. Son recurso cultural latente en nuestra ciudad.

Este es un gran punto de partida.

Una posibilidad de crecimiento del festival, además de la incorporación de un cartel más representativo del dinamismo de las bandas locales o la llegada de un artista internacional. Sería el incorporar a Lima Vive Rock a los planes de desarrollo de la Municipalidad.

La diferencia entre este y un festival como el Niño Malo, es que aquel se trataba de la unión con un motivo, el ayudar a las víctimas del fenómeno del niño del 98.

Existe la posibilidad de aprovechar la capacidad de convocatoria para recaudar libros o artículos de primera necesidad;sea en la escala que fuera, el vincular a los circuitos musicales con las necesidades comunes de la ciudad, puede ayudar a formar ciudadanos conscientes. 

Y eso es una de las cosas que las escenas pueden aportar a su ciudad.

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Fotos por Patricia López Cabrera

Crónica por Camilo Riveros con datos de campo por Alejandro Wangeman.

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